Aquél que baja su cabeza
abrumado por ocho más ene horas.
Aquél que responde con ojos gachos
a la mirada soberbia del encargado.
Aquél que mastica hastiado el bocadilloy sorbe con desgana el café frío.
Aquél que contempla apático
a políticos, siglas y sindicatos.
Aquél que traga, y traga, y traga,
tiene guardada en su pecho
una letal arma:
su espesa rabia acumulada,
silenciada por miedo y desidia,
que espera adormecida
entre la ausencia de vida
para devorar de un bocado
toda esta pesadilla.
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