by Lisa Haney

lunes



ACTO CREATIVO, un poema de Charles Bukowski

Por el huevo roto en el suelo
Por el 5 de julio
Por el pez en la pecera
Por el viejo de la habitación nº 9                                                                               
Por el gato sobre el muro


Por ti mismo                                                                                                 


No por la fama

Ni por el dinero

Tienes que seguir luchando

Cuanto te haces viejo
Disminuye el atractivo

Es más fácil cuando se es joven

Cualquiera puede alcanzar
Las alturas alguna que otra vez


La clave consiste en

Resistir

Cualquier cosa que sirva
Para que

Esta vida siga bailando
Frente a
Doña Muerte.


Un poema de Sofía Faddeeva

                                                                                                          
No tengo miedo
aunque te diagnosticaron psicopatía
y la controlan con dos pastillas diarias.

No tengo miedo                                                                                                                    
de tus copas en la mañana, en el día y en la noche
incompatibles con dos pastillas diarias.

No tengo miedo
a tus pasadas experiencias:
dos y tres mujeres contigo en la cama.

No tengo miedo
de que yo, insaciable antes,
estoy cansada de hacer tanto el amor.

No tengo miedo
de tu desempleo,
parece, ya permanente.

No tengo miedo
de que me absorbas
y me disuelvas en tus problemas.

Tego miedo de mí.

Tengo mucho miedo
de que el amor me obligue
a aceptar todo.                                                                                                    

domingo




LA VIDA ES SUEÑO, un poema de Vicente Huidrobo`



Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos                                                                         
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche.

Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida                                                                                              
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas

La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos.

Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas.

Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar. 

sábado



Un poema de Javier Moreno.

Es difícil no cortarse con las aristas de las cosas.
hay que saber esquivar los vértices.
El resultado es una danza
como las que practicaban las muchachas cretenses,
una especie de mnemotecnia corporal que permitió a Teseo
salir indemne del laberinto.
Y sin embargo conviene entrar en algunos cuerpos sin ovillo,
sin claves de acceso.
Como tú hay islas acogedoras
donde quebrar el aliento en esa danza bajo las sábanas,
donde olvidar por un instante
que no es posible esquivar al monstruo.                                                   



GEOGRAFÍA POLÍTICA, un poema de Laura Casielles


Los doctores llevan años equivocándose:
el corazón se sitúa más bien a la derecha,
tiende siempre a posturas conservadoras.                   
No sé por qué,
pero he visto más de mil ejemplos,
lleva a la gente a decir casa, mío, patria.
El corazón
no tiene sitio fijo pero tiende,
ya digo,                                                                                                                   
a la derecha.
No importa lo que pienses.
Él cree en la propiedad y llora por celos,
busca estabilidad,
lo olvida todo
por una certeza falsa de calor;
defiende el país, la familia,
y en cuanto te descuidas
se lanza a veleidades con anillos.

Y ahí nosotros, siempre en lucha
por demostrar que sigue estando,
como afirman los ladridos,
a la izquierda.

jueves

Acero inoxidable, un poema de Ben Clark
II

"Hijos de la bonanza" nos llamaban:
los que no conocieron ni hambruna
ni las agudas larvas de estridencia                                                                                   
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas tan delgadas
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.

Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
-en un último gesto agonizante-
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminan hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.

También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables con el sufrido
por aquellos que ahora nos decían
"hijos de nuestra sangre", tan severos.

Aunque a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso al comezón,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.

miércoles

PALABRAS PARA UN GALGO, un poema de Dolors Alberola

Era un perro, como tantos judíos, terriblemente
exaustos en Dachau.

Era un perro, como sedientos niños
que mueren                                            
sin morir, pues -lo dijo Cernuda- no han vivido.

Era un perro que pudo estar subido en un vagón
cuando explotó la bomba. Sí, era un perro de
los que yacen tristes en la arena, contra algún
maremoto.

Un galgo gris colgado de una rama, lo mismo que
hay mujeres en países absurdos e integristas.

Sencillamente, a bordo de un Sputnik diario -sin comentar
siquiera si su alma existe, da cabida a ese
soñar de perro, a ese latir de perro, a ese asiduo
vivir delante de la tumba de su amo, más fiel que la
más fiel de sus amantes-.

Era un perro, lamiendo, dando brincos como un
Platero, umbrío, sin algodón ni nada.

Era un perro. el más perro, sin manejar fusiles
ni arrollar a los hombres en una guerra sucia.

Era un perro que nunca dirigió su mirada a la riqueza.

Sencillamente eso: que era un perro.

martes

PAISA, un poema de Uberto Stabile

oye paisa tu compra algo por mi
reló, gafa, goro
bueno, bonito, barato paisa                                                            
tu compra algo mi...

pero es que no te enteras...
no quiero nada de ti moreno
ya todo lo tengo,
tus bosques, tus minas, tus piedras
preciosas, tus negras
toda tu piel y sal
y los leones enjaulados
y los bancos de peces,
hasta el color púrpura de áfrica
-el cuerno de la abundancia-
lo tengo yo...

pero oye paisa yo amigo tuyo
yo sólo busca trabajo en españa
sólo compra algo mi
yo hambre, yo no casa
yo amigo paisa, mucho amigo

no negro, tu no amigo mío,
esta no es tu tierra
yo tengo ahora el tiempo
y el fondo monetario internacional
y todas, las malditas
organizaciones no gubernamentales
para lavarme la cara y el culo
y venderte como siempre
lo que antes ya era tuyo

oye paisa pero yo siempre bueno con tú
yo gusta barsa y pallea
y mucho toro en sevilla
yo sólo hambre paisa
mucha hambre...

eres tonto negro,
tu nunca amigo mío,
tu hambre me da de comer
tu sed llena mis piscinas
tu mujer calienta mi cama
tus heridas de bala las fabrico yo
yo soy tu virus del sida negro
to soy el blanco
de todas tus pesadillas.

no paisa no
yo siempre amigo tuyo
yo cuida bien tu familia
yo sólo tener la vida,
mucho querer y amor
y sonrisas
que paisa ya no tiene,
sólo eso paisa, la vida.
PRIMAVERA, un poema de Alfredo Buxán

Cuando todo huele a pólvora, el café
del desayuno, las plantas del jardín,
la alfombra donde pongo los pies cada mañana,                                           
el mes de marzo, el sueño entrecortado
de las madres en el refugio oscuro,
busco entre los escombros un resquicio
de luz, el calor de una palabra que nos salve.
El esfuerzo es inútil: no quedan en el libro
sílabas con aliento, ni siquiera rescoldos.
Si acaso, con las luces que estallan irreales,
signos indescifrables en la noche cerrada.
Entrego a los que lloran una lágrima seca.
Asisto junto a ellos al enésimo entierro
de la vida. Con el humo en los ojos
y el corazón enfermo de tristeza.
Han huido los pájaros del cielo de Bagdad.
Ni siquiera el silencio me consuela. Está muerto.
No existe.
                 También ha sucumbido al bombardeo.

lunes



LA POESÍA VISUAL DE ANTONIO GÓMEZ



Antonio Gómez


Comentario, un poema de Tomas Venclova


Lo primero, aunque cueste, es venerar la lengua;

humillada en los renglones de la prensa, en falsas necrológicas,
en sombrías alcobas asfixiantes, en delaciones, en el griterío del                                           
mercado,

en las trincheras, en esquinas malolientes, en infames teatruchos,

en interrogatorios y en paredes de urinarios.

En edificios grises donde alambradas de acero custodiaban
un sinfín de escaleras, donde ya no es el hombre, sino el tiempo,

quien determina cuándo debe llegar el momento de la muerte;

deshilachada, ronca y torpe por el bullicio

y la rabia.
Venerar, pues, la lengua,
exiliada en la tierra con nosotros, de manera

que incluso en ella encuentra su reflejo,

el verbo originario, engendrado en otros universos.
Nos fue dado para distinguirnos de la arcilla,

la palma y el tordo, y tal vez, por qué no, de los ángeles,

para entender mejor las cosas al nombrarlas.


Aquellos que esperan recuperar el espacio perdido

purificando la lengua han de tener muy en cuenta

que el fracaso les acecha en cada esquina.
Porque sabido es que las puertas
se van alejando cuanto más te aproximas a ellas;
el don compensa la pérdida; lo construido
pronto será un montón de ruinas.
Y jamás llegarás a un paraíso extranjero
–porque muchos son los paraísos–. Quien un día lo alcanza

borra sus propias huellas y no tarda en extraviar la llave.


Dicen que no eres más que un instrumento.

Te dicta una fuerza que, si pudieras ver, te dejaría ciego.
No es así, exactamente. Subes en sueños la escalera de Jacob,

a tientas, gastando fuerzas que no tienes, sin red que te proteja,
esperando que alguien te acoja –o no–, allá en lo alto.
Tal vez se ponga de tu lado, y él mismo ordene las palabras,
cambie una vocal, precise la sintaxis, el calificativo.

Pocas veces ocurre, pero puede ocurrir,
y entonces sientes que aquello que has creado está bien,

porque las letras fluyen por el folio como el légamo en el río,

y de pronto aparece el matorral, la ribera y la ciudad tras ella.
Y es mejor que no sepas quién lo leerá (si al final es leído).
2 poemas de Malika Assimi,   (Traducción de Lamiae el-Amrani)


EL HUMO


Las tardes me ahogan                                                                                                   
Y por mí se iluminan.
Yo enciendo mi sol
Y su claridad me abruma.
Persigo los vientos
Para que extingan mi fuego
Y me reduzcan
A un cuerpo
De humo.



ACORAZADO


Sello
Mis barcos
Mis acorazados
En la nariz de las olas
Y entro
En la batalla del diluvio.
Lucho tras las montañas de la muerte
Hasta que se aplacan
Y me aplaco
O me desintegro,
Cuerpo
Abrasado
Por el látigo
Del viento.
JEFA DE VEGETALES, un poema de Yanko González

siendo cajera en el HIPER me ascendieron a jefa de
vegetales por esa manera exacta de devolver el vuelto
esa habilidad sin trámite de sacar galana                                                     
la melona golpeada / la vinagre mugrienta.

quieta habilidad de encontrar callada
en la malla de kilo la papa blanda
esa vergüenza de la yagana
así con la uña larga/ rompía el hilo rajaba el ato
y echaba a la zanahoria palta la lechuga lenta.

qué cirugía fina/ qué odontología/ p e r o q u é s i n t o n í a
pero haberme visto/ QUÉ CALIGRAFÍA.

los chilenitos no entendían los reponedores me jodían
si en Neuquén no crece nada si la sidra la revuelven
con el gas de cañería.
pero cho/ pero yo/ seguía/
la guerra del desierto
la jefa de vegetales de la pampa perdida
llenando mi canasto de fruta podrida.

qué tersura/ qué pasillo/ qué chacra hermosa
la de esta zorra argentina
que le quitó el laburo
al chilote de la fiambrería

qué ricura/ qué heroína
que acusó de hurto
al mapuche de la
panadería.

Nota del autor junto al poema:
Los trabajadores chilenos viven en chozas cerca de la casa del colono o en plena selva donde vigilan el ganado (…) El granjero chileno no está en contacto con el alemán. La ola demócrata no tocó todavía estas regiones (…). Esas gentes son sucias, andrajosas groseras; sus chozas de madera se alinean a lo largo de caminos sucios y malolientes (…) la cabaña está dividida en dos: cocina y dormitorio. En medio de la cocina, hay un fuego siempre encendido y que llena de humo la choza. Alrededor del fuego siempre, hay bancos o troncos de árboles en el que los chilenos pasan su mayor parte de su existencia fumando y charlando. En ninguna parte del mundo se miente y se maldice tanto como alrededor de un fogón chileno. Las vestimentas y los jergones están llenos de piojos. Afuera, los pollos, los perros y cerdos vagan libremente entre los montones de conchas vacías y otras basuras (…). Los chilenos tenían antiguamente tanta tierra como los alemanes y tenían sobre éstos la ventaja de conocer bien el país. Pero mientras el alemán progresa, a menudo con obreros chilenos, el hombre de la tierra que se ha quedado a trabajar por su cuenta, va para abajo. Es desordenado, ignora el ahorro, vende su tierra para beberse el producto y cae rápidamente a la condición de criado. La mayoría de esas gentes son mentirosas y ladronas, nada está seguro delante de ellos (Leonhardt).

CONDICIÓN NECESARIA DEL EQUILIBRIO, un poema de José María Cumbreño


Que lo que se diga sea tanto como lo que se calle.                                    
Que, si un poema se escribe con la mano derecha,
el siguiente haya por fuerza de escribirse con la izquierda.
Que las palabras que rimen signifiquen lo contrario.
Que deje de verte cuando cierro los ojos.
Que vengas y que yo no vaya.
Que el narrador odie a los personajes y que estos no sepan
que están dentro de una novela.
Que por una vez seas tú quien tiene celos.
Que también por una vez te dé motivos para que los tengas.
Que al final me perdones.
Que el aceite acceda a mezclarse con el agua.
Que se mienta tantas veces como se dice la verdad.
Y que no se note.
CÓMO SERÁ LA SIEMBRA DE SONETOS, un poema de José Viñals
                                                                                                              
Acabo de ver a Miguel Hernández comiendo caracolillos.
Demasiado lo mimaban en la cárcel estos reputos falangistas.                    
Él conocía la estrategia militar del soneto, él sabía cómo atravesar las trincheras,
cómo burlar a los guardias civiles de la antipoesía de aquellos años de desgracia.
Acabo de verlo nuevamente; me tiende la mano pero ya no sonríe.
Ver dos veces a Miguel es demasiado premio para mi jeta. 


sábado

2 poemas de Jesús Gázquez

Mi padre metía la mano en la olla
Hirviendo para comerse una col de mierda                                     
No tiene lista de espera la felicidad
la vida es un chiquillo aprendiendo a morir

Soy un hijo de piedra
Llevo nubes en la sangre
Y de un niño sin padres
Por una guerra que no iba con él
Yo no empecé todo esto
Sino por todos los hombres.

------

Dejé pasar el tiempo y perdió fuerza
Hasta que se detuvo en los poemas

Los poemas son animales salvajes
No sirven para nada
Gente que parece no dormir nunca
La belleza es un tigre que te encuentra primero.
2 poemas de Karmelo C. Iribarren

El viento

Cuando llega el viento                                                            
a la ciudad
como va siempre como ciego
se pega con todo:

los árboles,
las señales de tráfico,
los semáforos,
las esquinas...

Al final se le queda una pinta
que da pena,
horrible.

Por eso se hizo
hace mucho tiempo
invisible.


Las estaciones

Las estaciones
sirven
para tres cosas muy importantes:

para que lleguen los trenes,

para que se vuelvan a ir,

y para que lloren los enamorados.
El miedo como única compañía, un poema de Malcom Lovry

Cómo empezó todo esto y por qué estoy aquí
en el rincón de este bar con su agrietada pintura marrón                                            
-mezcal, coñac, cerveza-,
dos sucias escupideras y el miedo como única compañía:
miedo de la luz, de la primavera, de la enfermedad,
de los pájaros y de los autobuses con lejanos destinos,
de los estudiantes que van a las carreras
y de las muchachas saltando con el viento en sus caras.
Solo, sin más compañía que el miedo,
miedo de la fuente y sus flores:
todas las flores que el sol ilumina
son mis enemigas, todas
en estas horas muertas. ¿En estas horas muertas?
2 poemas de Antonio Martínez i Ferrer

 ilusión

en la almohada                                                                                                                                  
un hueco                                                                                       
esculpe torpe
el recuerdo de tu sueño

próximo saladar
sobre las lagunas
de tu saliva nocturna

recuerdo las salidas
y sigo engrilletado
en tu viento

dolor

dolor

en el lugar oscuro
de tu ausencia.


brujería…palabras…

brujería
de nieblas geométricas
con dedos de picana

palabras
con el temblor húmedo
del engaño

brujería
creadora de silencios
y esclavos programados

palabras
de letras sin horizonte
en la mirada

brujería
en la conjugación de decretos
para la miseria

palabras
como cuchillos para herir
la esperanza

brujería
para romper la razón
en pedazos.

viernes

SOBRE LA TABLA, un poema de Valerie Mejer

Corro en paralelo a ti que caminas sobre la cresta del agua:
Escribes un evangelio moderno, en tu luto
de astronauta marino, murmuras,
                         luna pobre, luna pobre.
La verdad es elegante y lucha contra la gravedad                               
sobre el papel.
Se balancea apenas
del tamaño de la hormiga que ha trepado
azúcar en su lomo.

Borras deliberaciones
hasta que una palabra se defiende como la mancha
que escribió brusco en tu espalda.
Chupas la tajada.

Algo se abre en el atajo.
La ola se monta sobre el viento y tú pasas
por su boca,
culebra de miel: Mi esperanza.

Vas por el atajo del mar
abriendo un camino paralelo
a la playa, un surco sobre un viejo
texto susurrado.
TODOS VOSOTROS, un poema de Enrique Falcón

Para ser la mano y la protesta
que combaten con pan la bruma en un cuchillo.                                     

Para transformar el miedo largo que nos sitia
y decir que no hay victoria
ni en los perros del amo ni en su caza del hombre.

Porque van a mirarnos los hijos del tiempo
altamente en su grito hermano decisivo
cuando estalla con la siembra su asirse a la esperanza.

Porque la vida, pese a todo, importa y con ella resistimos,

así puedas tú abrirme y escucharme:
que aquí se te invita a levantarte.

Por detrás del precipicio,
clarea urgente el canto de la espiga
desde el suelo que sois todos vosotros.
5 micropoemas de AJO

Es triste pedir,
pero más triste
es no dar.

                                                                                           
Todas las historias de amor
terminan en r.
(En ocasiones en r que r)


Si algún día pongo una fábrica de sal
la llamaría Sal de Dudas,
y si llegara a poner una fábrica de higos
la llamaría Higos de Puta.


Eres agua para mis fiestas
vino para mis antibióticos
y Anís del Mono
para lo que tú y yo sabemos.


La vida es así,
me la estoy
inventando yo.
( A Sandro Giacobbe)
LOS PERROS ROMÁNTICOS,  un poema de Roberto Bolaño

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país                                                          
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.
NADIE AL OTRO LADO, un poema de Antonio Orihuela 

Yo no podría vivir en una sociedad donde todos hicieran,
pensaran y vistieran lo mismo,
pero es en este mundo donde vivo.                                                             

Yo no podría vivir en una sociedad
donde todos cantaran las mismas canciones,
canciones que hablan de gente predestinada a ganar o a perder,
pero es en este mundo donde vivo.

Yo no podría vivir en una sociedad
donde no se pudiera ser viejo,
feo, gordo, flaco, bajo, alto o negro,
pero es en este mundo donde vivo.

Yo no podría vivir en una sociedad
dominada por el cálculo material,
donde las cartas estuviesen marcadas
y las reglas de juego prefijadas desde antes de nacer,
pero es en este mundo donde vivo.

Yo no podría vivir en una sociedad donde la política
hubiese quedado exclusivamente en manos de los políticos
y el único principio moral fuera perro come perro,
pero es en este mundo donde vivo.

Yo no podría vivir en una sociedad
hecha de vacío y telerealidad,
de banners, links, mails, sms, facebook y demás,
pero es en este mundo donde vivo.

Yo no podría vivir en una sociedad donde los amigos fueran
puntos de luz en una pantalla
cuerpos que no olieran, no tivieran sabor,
no pudieran abrazarse ni hacerles cosquillas,
pero es en este mundo donde vivo,

en este mundo
donde vivo.         
POR ENCIMA Y POR DEBAJO DEL AGUA, un poema de Choi Seung-ho

Cuando los turistas atraviesan la tranquila laguna

el buzo, para sacar el cadáver
se sumerge en el fondo de la laguna
en el fondo de la laguna se agranda silenciosamente más y más
esa enorme tumba de basura abultada en la panza,
en el sucio charco de                                                                               
fetos tirados, gusanos
hasta gatos y perros amasados
veo la tumba con la panza
alimentada de zapatos, botes de plástico roto, pedazos de vinilo
la enorme tumba de basura acumulada
la tumba que cada vez se abulta más como los cadáveres
el desolado caracol al que se le pudren las entrañas
adicto al veneno del agua podrida
las pruebas de que se está pudriendo
la civilización que se originó en el agua
junto con toda esa clase de cosas abandonadas al azar sin limpiarse

cuando los turistas atraviesan la tranquila laguna
emborrachándose entre
el paisaje de la laguna rodeada de hoteles y montañas.



jueves

XLI (de Nuevos sermones y prédicas del cristo de elqui), un poema de Nicanor Parra

Todo puede probarse con la Biblia
por ejemplo que Dios no existe                                   
por ejemplo que el Diablo manda más
por ejemplo que Dios
es masculino y femenino a la vez
o que la Virgen era liviana de cascos
basta con conocer un poco el hebreo
para poder leerla en el original
e interpretarla como debe ser
es cuestión de análisis lógico

Tienen razón los amigos escépticos
todo puede probarse con la Biblia
es cuestión de saberla barajar
es cuestión de saberla adulterar
es cuestión de saberla descuartizar
como quien descuartiza una gallina:
¡pongan otra docena de cervezas!
Un poema de Alberto García-Teresa

Aquél que baja su cabeza
abrumado por ocho más ene horas.                                        
Aquél que responde con ojos gachos
a la mirada soberbia del encargado.
Aquél que mastica hastiado el bocadillo
y sorbe con desgana el café frío.
Aquél que contempla apático
a políticos, siglas y sindicatos.

Aquél que traga, y traga, y traga,
tiene guardada en su pecho
una letal arma:
su espesa rabia acumulada,
silenciada por miedo y desidia,
que espera adormecida
entre la ausencia de vida
para devorar de un bocado
toda esta pesadilla.
CUARTO DE EGB, un poema Gsús Bonilla

nos despiojaban
cuando lo que teníamos                                             
eran pulgas -malas pulgas-

aquellos tíos tan listos
desconocían por completo
que nuestra sangre era azul
puesto que éramos príncipes,
miserables, pero príncipes

y lo peor de todo,
aquellos tíos tan listos
tampoco sabían

que entre parásitos

siempre

hubo

clases.
UÑAS, un poema de Jordi Doce

He mirado mis uñas, largamente mordidas,        
la piel seca, la hostigada cutícula                                    
con sus breves heridas renovables,
el concierto humillante de su orfandad.

Son mi viejo enemigo siempre a raya,
mi cita inapetente con el hambre
y ese poco de cuerpo que me cobro
a cambio de una paz sólo fingida.

Apenas si me atrevo a asolearlas.
Toda su vida la han pasado
al cabo de unos dedos desdeñosos,
que agradecen la paz de los bolsillos.

Me dicen lo de siempre, avergonzadas,
avergonzado yo de su ruina,
absorto en el reproche que me lanzan
cada vez que estas manos tocan mundo.
EL ALUMNO, un poema de Billy Collins

Mi libro de instrucciones de poesía,
que compré en una caseta del río,                                    

contiene muchas reglas
sobre qué evitar y qué intuición seguir.

Que más de dos personas en un poema
es una multitud, es una.

Mencionar qué ropa llevas puesta
mientras escribes, es otra.

Evita la palabra vórtex,
la palabra aterciopelado, la palabra cigarra.

A falta de un final,
coloca unas gallinas marrones en plena lluvia.

Nunca admitas que revisas.
Y -siempre mantén el poema en una estación.

Intento estar alerta,
pero en estos últimos días de verano
siempre que levanto la mirada de la página
y veo una quemadura de hojas amarillas,

pienso en los vientos gélidos
que pronto atravesarán mi chaqueta con sus cuchillos.
LA CONFESIÓN, un poema de Juan Carlos Mestre

Padre, sé que he prometido enmendarme,
pero confieso que los ricos me siguen poniendo furioso
y mi opinión sobre la timocracia es irrefutable a todas luces.    
Mi aprecio por los apellidos de buena familia
es semejante al interés que demuestro por un hueso de aceituna.
Los nobles me dan patadas en las canillas aunque el merengue
de las marquesas me hace la boca agua.
Mi respeto por los títulos heráldicos es comparable al que siento
por una boñiga del caballo de Troya.
Preferible ser un camello ante el ojo de una aguja
a tener asegurado el porvenir en Jauja.
Comprenda que no es fácil pasar ante el vellocinio de oro
sin ponerse las botas de goma para cruzar el Éufrates.
Tal vez sea un resentido de primera clase
pero la comodidad no está reñida con el proletariado.
Usted dirá si esto se puede arreglar con un par de alibabás y cuarenta jaculatorias.
No lo olvide, su propina es mi sueldo.
LA FAROLA DE FRANCO, un poema de Eladio Orta

En la plaza
oscura y gris                                                                 
había una farola
tenue
un cuadro
con un pie dentro
y una boca
metiéndole
mano al cuadro

los viernes
la farola
se apagaba sola
y bailábamos
agarrados
después de fumarnos
unos canutos

a veces
terminábamos follando
en los escalones
del monumento
alegrándole la vista
a Franco

que con tantas
palomas
cagándole encima
qué más le daba
ducharse
con sus meadas
que con lechás postanarquistas.
ESOS LOCOS FURIOSOS INCREÍBLES, un poema de José Agustín Goytisolo

Llegan apresurados y nunca dicen para qué
     ni de dónde proceden                                                   
y en seguida te piden dos mil francos
     que casi siempre te han de devolver
o te quitan la toalla sin respeto
     cuando te estás duchando
se ponen la colonia los polvos el masaje
     la loción de tu novio o de tu hija
te arrastran a lugares espantosos o bellos
     y ni siquiera piden tu opinión
y beben prodigiosamente se ponen a cantar
     en cualquier parte
o arman la del gran dios en un bar miserable
     y por motivos nimios
siempre siempre avasallan te compran un sombrero
     o unas flores
y un día salen al galope quizás hacia los infiernos
     qué desastre.

Señora caballero muchachita asustada
     de colegio de monjas progresista:
si se tropieza usted con uno de esos
     locos furiosos increíbles
no le deje escapar llévelo a casa
     son tiernos como niños
a veces tienen frío quién sabe si es porque
     les han pegado duro
duermen poco se lavan se lavan todo el rato y son muy
     besucones y mirones
pero cuidan los libros sacan todas las noches
     el cubo de la basura a la escalera
y están sólo pendientes de tener siempre
     un cenicero al lado.

Tienen por fin el gran inconveniente:
     se van mas vuelven pronto
     duran toda la vida.

miércoles

Un poema de Felipe Zapico Alonso


La noche fue un ladrido de perros;
lenguas ásperas y gargantas roncas,
ideas mudas apelotonadas junto a las cejas
y el resquemor de un adiós rápido.
La ropa ovillada a los pies del sofá
inicia su llamada continua y martilleante;
es entonces, cuando los barrenderos arrastran sus pies contra
el alba
y
los pájaros comienzan a buscar las moscas,
el momento de vomitar silencioso en cualquier rincón de la
memoria.