by Lisa Haney

sábado

PRIVATIZAR un poema de MARTA NAVARRO GARCÍA

Cuando empezaron a cerrar centros de salud por la tarde
no protesté,
porque tenía las mañanas libres.
Cuando aprobaron
las Nuevas Formas de Gestión en Sanidad,
no me preocupó,
porque soy moderno y me gustan las novedades.
Cuando negaron la asistencia sanitaria a los inmigrantes,
no protesté,
porque yo soy de aquí.
Cuando decidieron concertar camas
en la sanidad privada,
no protesté,
porque tengo una salud de hierro.
Cuando suprimieron los servicios de ferrocarril convencional,
no protesté,
porque no vivo en un pueblo aislado.
Cuando quitaron las becas en los comedores escolares
de la escuela pública,
no protesté,
porque no tengo hijos.
Cuando adjudicaron hospitales
hasta treinta años prorrogables
a empresas inmobiliarias, bancos y fondos de inversión,
cuando metieron mi salud en su burbuja,
quise protestar,
pero para entonces
habían privatizado las protestas.
Ahora busco a alguien que me ayude
a defenderme de los privatizadores,
pero ya no queda nadie sano.
He aprendido bien la lección:
Hay que romperle los dientes al sistema
antes de que nos venda sus muelas de oro,
antes de que las alimañas nos arrastren
a su cueva de sobres y crucifijos,
antes, mucho antes de que conviertan
en hemorragia nuestros derechos .


Marta Navarro 
(Vietnam bajo la cama - Edt Amargord )

lunes

EL DESPUÉS, un poema de Sara Zapata

EL DESPUÉS

El problema no es confundirse
ni apostarlo todo al número equivocado,
pues eso es estar vivo.
No es tampoco abrir una puerta y encontrarla tapiada,
ni creer en el mañana cuando ni siquiera hay ahora.
El problema es perder la esperanza,
volver más viejo del camino,
la tristeza convertida en piel,
el fracaso para desayunar,
la decepción dándote los buenos días,
las preguntas colgando de las perchas.
El problema es que la vida te cambie demasiado.
El problema, el gran problema,
es volver a empezar siendo el que se era.

Sara Zapata

miércoles

Un poema de BEGOÑA ABAD

Este empeño mío
de nacer cada mañana,
me costará caro.
El mundo no soporta,
así como así,
que alguien se resista
a unirse a los adultos,
a los que saben más,
a los que dirigen mejor,
a los que “crecen”,
a los que medran,
a los que pueden.
No soporta
a alguien que se resista
a esa especie de muerte
que ellos llaman vida.



Begoña Abad

lunes

ALBADA, un poema de Philip Larkin


Trabajo todo el día, y por la noche bebo.
Despertado a las cuatro, miro la calma oscura.
Tendrán luz las cortinas, despacio, en sus extremos. 
Miro mientras lo que hay ahí sin duda:
la muerte infatigable, hoy un día más cerca,
que no deja pensar más que de qué manera
y dónde y cuándo moriré yo mismo.
Árido interrogante: pero el miedo
a morirse, a estar muerto,
aterroriza y siempre está encendido.
Más luz. La mente en blanco. No por remordimiento
-el bien que no ha hecho uno, el amor que no ha dado,
tiempo arrancado intacto-, ni depresión ante esto
de que una sola vida tarde tanto
en rehuir sus comienzos erróneos, si es que puede;
sino por el vacío total y para siempre,
la segura extinción hacia la que viajamos
a perdernos del todo. A no estar más aquí,
a no estar en ninguna parte y
pronto. ¿Hay algo peor y más exacto?
Es un modo especial de tener uno pánico
que no hay trucos que quiten. La religión lo quiso,
brocado musical y apolillado
creado para hacer como que no morimos,
o ese rollo engañoso de que Un ser racional
cómo puede temer lo que no sentirá,
cuando el miedo -no ver, no oir- es ése,
sin tacto, gusto, olfato, nada con que pensar,
nada que amar o con que conectar,
la anestesia total de la que nadie vuelve.
Y así está en el umbral de la visión,
vaho borroso y breve, un frío siempre ahí,
que frena cada impulso hasta la indecisión.
Tantas cosas es raro que ocurran: ésta sí.
Y su conciencia nos encorajina
igual que algo que quema, si nos pilla
sin nadie o sin alcohol. Inútil ser valiente,
es decir, no asustar a otros. La bravura
no libra a nadie de la sepultura.
En la muerte da igual quejica o resistente.
Poco a poco hay más luz y el cuarto se percibe.
Simple como un ropero esto que sí se sabe,
que siempre hemos sabido, que no puede rehuirse
ni aceptarse. Tendrá que irse una parte.
Los teléfonos, prontos a sonar, laten mientras
en despachos cerrados; toda la indiferencia
amanece del mundo alquilado y complejo.
Blanco como la arcilla está el cielo, nublado.
Habrá que ir al trabajo.
Van de una casa a otra carteros como médicos.
Philip Larkin

viernes

Un poema de Manuela We​ - Daños Colaterales.


Me pregunto cuánto tiempo 
te quedarías y cuántos 
sueños podría costarme,
que me robaras
(entre alegrías, miedos y penas)
alguna de las sonrisas 
que hoy pinto sin motivo.

Los minutos y las horas 
que llevaría borrarte 
en caso de gustarnos 
esto de liarnos a besos, 
mordiscos o arañazos.

Me pregunto y nada más.
Hace tiempo lo sospecho.

Donde estaba el corazón
tengo una calculadora.


Manuela We 

Abbas Kiarostami, del hermoso libro El viento y la hoja

Cuando en mi bolsillo no tengo nada
tengo poemas
cuando en la nevera no tengo nada
tengo poemas
cuando en el corazón no tengo nada
nada tengo


Abbas Kiarostami