by Lisa Haney

jueves

2 poemas de Banalidades (2013),

de Brane Mozetič



POR LA MAÑANA YA HACÍA UN CALOR INFERNAL.
Un día para estancarse. Para boicotear la vida.
Desenchufé la radio, la tele, el teléfono, el móvil,
el ordenador, desenchufaría hasta la nevera para que
no hiciera ruido. De las habitaciones contiguas
voces humanas, fuera los sonidos de coches, trenes,
campanas. Bajo las persianas para amortiguar
un poco esta sarta de ruidos y, sobre todo,
el sol y el calor. Estoy solo,
sudando como ante las preguntas esenciales.
Un día idóneo para que algo me salga bien.
Ordeno y reordeno los libros, no sé qué hacer
con ellos ni conmigo mismo. Mi cabeza
estalla de dolor. Y también
con el deseo de abrirme brechas en las muñecas,
porque un día así cansa. Estoy solo conmigo mismo,
me digo, del principio al fin. Las horas se dilatan
y todo queda inerte. Tengo ganas de cortar
estas sensaciones inútiles conforme a lo que
nos enseñaron. Echo un vistazo a los manuales
de autoayuda, dándome cuenta de que me falta
uno del boicot. Miles de voces me repiten «aguanta,
aguanta», aunque es obvio que
esto no tiene sentido. Todo lo del pasado parece
tan soportable, incluso bello, pero ahora,
con este calor, ya nada está bien. Cierro los ojos
y finjo que no existo.



ALGO DEBE FALLAR EN NOSOTROS. A
los cuarenta y cinco años, no tengo a nadie
en quien pensar con amor. Los recuerdos
duelen. Nunca había pensado que la belleza
podía doler tanto. Miro las caras y
me falta el aire. Tal vez sea la hora
de quitarme la vida con un gesto dramático o
de que me aniquile el sida. Sea el Sena,
sea el Hudson, esto ya no da más de sí.
Frecuento clubes sospechosos, la gente
habla sin tocarse, o calla
y folla en la oscuridad de los cuartos oscuros.
Sólo me dijo: «Cuando salgamos, ya no nos
conocemos». ¿Es mejor así? Miro atento
al andar para no caerme, he confundido
las calles, a veces aparecen grupitos de negros
con ese aire de amenaza, de horror que me atrae,
sea en Nairobi, en Sao Paulo o en el Bronx.
Maldigo a mi mulato porque ha sido
tan imposible, y a mí mismo por seguir
deseando algo, porque algo falla en mí.



ME ENCUENTRO MIRANDO SIN CESAR.
Veo que no dejo de mirar el móvil.
Me gustaría, en realidad, pulsar Leer,
y que allí saliese Te echo de menos.
Veo que me hundo cada vez más
en el pasado que tira de mí.
Para volver a yacer en el heno que había en
el desván del establo. Cuando el chico vecino
me tocó la entrepierna por primera vez. En
realidad, fingía que no lo hacía, lo fingíamos
los dos. Se me echó encima, así, vestido, y sentía
su peso, sus jadeos. Tantas veces nos llamaba
aquel lugar, justo encima de los puercos
chillando. O a lo mejor no lo hacían, y el establo
estaba ya vacío por entonces. En mis recuerdos
ha perdido importancia. Nuestros leves
movimientos se han superpuesto a todo
lo demás. Era verano y hacía calor, y sudábamos.
Nos quitamos la camiseta y nos desabrochamos,
uno al otro, el pantalón. Cuán ávidas
buscaban las manos y cuán punzante era el heno.
No me atrevo a evocar las escenas, pero se
enhebran solas, humedad, el olor de los sexos.
Cuando entro en bares de gays, todo me
resulta ajeno, no hay muchachos vecinos,
ni heno, ni nadie me echa de menos. Me veo
buscando siempre, en realidad, la tecla de
Apagar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escupe: