by Lisa Haney

jueves

5 poemas de Banalidades (2013),

de Brane Mozetič


ME SONRÍE EN UNA LIBRERÍA, DESDE DETRÁS
de un estante, sus dientes resplandecen. Claro,
pienso, otro más que liga con los intelectuales.
Sigo buscando, estoy donde la letra B,
y él aparece detrás, donde la M, supongo,
quién sabe. Como en una película, me digo,
pero él insiste, sigue dando vueltas hasta
llegar a mi lado: «Perdóname», me roza con
su cuerpo delicioso, dice algo más, pero
no lo entiendo. Mi corazón galopa como
la primera vez, y él atrapa mi mano con arte y
disimulo «¡mira!, nos interesa el mismo libro».
Me ha ganado, trato de hacerle entender que
no tengo dinero para pagar por sexo, pero no quiere
oír nada y me invita a su casa. Me resisto
con torpeza, ya que podría hacerme
cualquier cosa. Pero no, su piel me invita
con más fuerza y cuando, más tarde, se mueve
encima, no puedo creérmelo. Me paro…
después escribo despacio, con titubeos,
que mordisquea mis pezones, luego baja hasta…
mi polla y se la mete en la boca. Desliza
por ella su lengua rosada, se la mete
en el culo y, así, se mece encima de mí.
Siento vergüenza al continuar… diciendo que
ahora se desengancha de mi polla y vuelve
a comérsela, y baja para meterme la lengua
en el hueco, y sabe, al sentir su palpitación,
que tiene que follarme. Al principio empuja
despacio, luego más rápido, hasta el clímax, y
yo agarro sus músculos oscuros, sudados, como
si se me fuera la vida en ello . No me da pavor
reconocer que, después, cuando se durmió,
me acerqué a la cocina donde colgaban
los cuchillos de la pared, y pensé que lo mejor
sería acuchillarlo. Que dolería demasiado
quedarme con él. Así, me habría resultado
más fácil vestirme y salir.



CUANTO MÁS SE AGOTABA EL DÍA, MÁS
solo me sentía. Como si la luz fuese destinada al
ancho mundo, a aires grandiosos y firmes. Así
que siempre he ligado por la noche, en la oscuridad.
Como si temiera dormirme solo. Aunque sólo
se trata de dormir, cuando no necesito a nadie.
Pueden incluso irritarme, empujarme, destaparme,
despertarme. Tantas veces me los traje a casa,
con urgencia y un deseo incomprensible de
tenerlos a mi lado, incluso contra mi gusto y,
después, no sabía qué hacer con ellos, cómo
despedirlos, o deseaba que se durmieran ya y
me dejaran en paz. Claro, me esperaba el horror
al amanecer, sobre todo si estaba borracho
por la noche y sobrio por la mañana. Tal vez
deba reconocer que también mis amores
de años, si puedo llamarlos así, tienen que ver
con esto, con noches de este estilo. ¿Les impulsaba
el mismo motivo? El de dejar el mundo para
volver a casa. Es extraño pensarlo de este modo.
Y yo imaginándome que me tenían tanto apego,
que sus sentimientos eran tan profundos, únicos,
amor irrepetible, atracción erótica, entrega.
Después, todo eso resultó fácilmente transferible a
otras personas. Y se sucedían las noches en las que
sentía un impulso inconcebible de volver a buscar.
Y hubo otras en las que me daba cuenta de
que todo era un engaño y que era imposible huir.



SÓLO DOS OJOS QUE BRILLAN EN
la oscuridad y me atraen sin remedio. Como si tuviesen
prisa, mis dedos investigan el cuerpo, la piel y por debajo
de la cintura, mi boca succiona sus labios carnosos que
me llenan por completo. En Christopher Street
o en la calle Metelkova, él desaparece, así que me
voy yendo, me pierdo entre los cuerpos sudados, y allí
lo pillo acariciando la mano de un tipo blandengue.
Que su amigo tiene problemas. Oye, puto negro,
esloveno, francés, bosnio, ¡que te jodan!, ¡vete
a tomar por culo! O cuando pasa por delante con otro
como si no pasara nada o como si yo no fuera nadie,
difícilmente lo tomaría por normal. Los días
pasan, y los años, y demasiadas palabras que carecen
de sentido. Leo que, en el ayuntamiento, un político
le pegó un tiro a otro. Ahora los dos están muertos.
La descabellada historia continúa con fotos del guapo
asesino desnudo, de su cuerpo perfecto, de cuando aún
iba de bares y follaba en los aseos, de cuando se perdía,
como tú, durante horas enteras entre la exagerada
multitud de gente bailando. Menos mal
que mantuve la sangre fría y no te maté. Lo que
podrían haber sacado en los periódicos… y tal vez hubiese
aumentado la venta de mis libros. En ellos te mataba
despacio, a pedazos, a ti y a otras innumerables
víctimas del asesino en serie que hay de mí.



MIRO A TODOS ESOS CHICOS ESBELTOS POR
las esquinas –chinos, árabes, negros, latinos, bosnios–
cómo sonríen, escupen y se agarran la entrepierna.
Los desnudo con la mirada, la paso por sus pechos,
sus vientres planos, sus músculos morenos, por sus cuerpos
enteros. O persiguen la pelota por las canchas,
quitándose las camisetas por el calor, y brillan las gotas
de sudor, les silban a las chicas y me imagino
cómo se me echarían encima si supieran que los
observo. Sus ojos se disparan curiosos por el mundo,
y está claro que lo peor ya ha pasado para mí, que puedo
contemplarlos así, con tranquilidad, pues
qué harían en mi dormitorio, donde todo está
en orden, donde no hace falta temer a la policía, ni
exaltarse con las peleas, ni huir de los disparos.
¿Qué podrían contar a sus amigos?, ¿de qué podrían
vanagloriarse?, ¿qué lucirían esos héroes de la calle
de al lado? En la sala de fitness, donde se exhiben músculos,
encuentro la comodidad. O en los bares, en las playas,
donde miles de gays hacen esfuerzos para ganar
la carrera contra el tiempo. ¿Cómo podrían entrenar
en mi dormitorio?, ¿cómo competir?, si allí el tiempo
se ha parado, ¿cómo entender mis besos menudos?,
¿cómo disfrutar del silencio o sólo del susurro?
Todo eso, lo desconocido, les espantaría, como a ti,
que entraste orgulloso y sonriente por la puerta y,
después, empezaste a menguar hasta que,
al amanecer, se te llevó la niebla.



MI ABUELO FUE EL PRIMERO EN VER QUE
no me merezco vivir. Mis chillidos le desquiciaban
tanto que me encerró en la pocilga. Tal vez los cerdos
me hubieran aplastado, tan menudo como era, si no
me hubiese rescatado alguien. Me salvaron una segunda vez
cuando me caí en un arroyo, mi cabeza se hundió en
el lodo y me quedé sin aire. Me sacaron tirando de mí
por las piernas. La tercera vez, mi abuelo dejó caer desde
lo alto de la casa, donde reparaba la parra, una estaca
sobre mi cabeza, por lo visto sin querer, cuando
me asomaba curioso por la ventana. Sólo pude retroceder
y ver, de pie, la sangre que brotaba de mi cabeza. No
sentía nada. El charco en el parqué se hacía cada vez
más grande hasta que alguien entró por casualidad.
Después mi recuerdo se nubla, sólo retengo la imagen
del médico al que le explicaba que me había dado
contra la pared. Tendría que haberme muerto. Al menos
tres veces, si no más. Después me fueron matando despacio,
año tras año, y me acostumbré, me puse a esperar a
ver cuándo lo lograban. El que más se esforzaba eres tú.
Me estrangulabas, me asfixiabas, me rompías
los huesos, devastabas mi cerebro. Más de mil veces
tuvimos sexo, y cada vez me observabas atento
a ver si cruzaba el límite para no volver más.
Nadie me salvaba ya. Y todo me agotaba
tanto. Me matabas aún más cuando, a mi lado,
follabas con otros, jadeabas y gritabas y nunca te era
suficiente. Era como si me hubieses arrojado a la pocilga.
Me mataste del todo cuando me trajiste en brazos
a mi perro atropellado por un coche, despacio, como en
la secuencia final de una película y, después, la oscuridad.




*Ljubljana – Eslovenia, 1958. Ha publicado, en poesía: Sneguljčica je sedem palčkov (‘Blancanieves es siete enanitos’, 1976), Soledadesi (‘Soledades’, 1978), Pesmi in plesi (‘Lo azul del contacto’, 1982), Zaklinjanja(‘Conjuros’, 1987), Mreža (‘Red’, 1989), Obsedenost/Obsession (‘Obsesión’, 1991), Pesmi za umrlimi sanjami (‘Poemas por los sueños muertos’, 1995), Metulji (‘Mariposas’, 2000), Banalije (‘Banalidades’, 2003), Še banalije (‘Más banalidades’, 2005) y In še (‘Todavía más’, 2007); y, en prosa: Pasijon (‘Pasión’, 1993), Angeli (‘Ángeles’, 1996) yZgubljena Zgodba (‘Una historia perdida’, 2001). El autor ha publicado en español los siguientes poemarios: Poemas por los suenos muertos (2004), Metulji / mariposas (2006), Banalidades (2011, 2013). En literatura infantil: El país de las bombas (2014).


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